Tenemos un cuerpo, la psíquis, la mente, pero a menudo nos olvidamos la importancia de nuestro espíritu. Si dejamos de lado las necesidades de nuestro cuerpo y de nuestra psíquis, nos enfermamos. Lo mismo sucede con nuestro espíritu. Si no nos ocupamos de nuestro espíritu, nos enfermamos interiormente: un malestar sordo continua a crecer en el corazón y en el alma, hasta volverse nuestro constante compañero de viaje en esta vida.

Vemos hoy un multiplicarse de cursos que nos ayudan a responder a las necesidades de nuestra salud física, o quizás a descubrir como utilizar mejor las grandes capacidades de nuestra mente, pero son muy pocas las propuestas que nos acompañan en el comprender que en nuestro espíritu está encerrado un potencial muy superior con respecto al de nuestro cerebro y nos digan cómo hacer para descubrirlo y manifestarlo.

Además, desde que somos pequeños, todos nos enseñan que si nos lastimamos en el cuerpo, tenemos que limpiar inmediatamente, desinfectar y curar la herida. De otro modo, se infecta y da problemas más o menos graves para todo el cuerpo. Peromuy pocos nos dicen como reconocer y curar las heridas del corazón.

Tenemos muchas oportunidades para aprender y perfeccionarnos en numerosas artes, pero muy pocas para aprender a crecer en un arte fundamental para nuestra vida: el arte de amar y de vivir al máximo cada instante.

Muchos años atrás, comencé a ir por la calle, de noche, para ayudar muchos jóvenes, en el abismo de la desesperación, a salir de cuevas infernales. El pueblo de la noche su volvió inmediatamente mi nueva familia y, desde el año 1994, con la apertura de la primera Comunidad de acogida Nuovi Orizzonti, comencé a vivir día y noche con gente de la calle. De inmediato, fue palpable que las heridas que habían roto sus corazones eran de verdad terribles.. Los jóvenes con los que vivía no tenían por cierto posibilidades económicas, la constancia y ni siquiera la voluntad de entregarse a años de terapia psicológica, pero yo quería, como sea, encontrar un modo para ayudarles a volverse personas felices, a sanar las heridas del corazón, a liberarse de las muchas costumbres no-sanas y enraizadas que continuaban a hacer crecer aquel terrible malestar que, poco a poco, los había encerrado en una cárcel mortal.

Deseaba con todo el corazón que pudieran descubrir también ellos la plenitud de alegría que yo descubrí también gracias a un camino espiritual, y aquella paz interior que resiste las pruebas más terribles que la vida nos guarda.

Así entendí que, para actuar concretamente sobre las heridas del corazón, se necesita apuntar a la dimensión del ser humano que encierra el mayor potencial: ¡el espíritu!

Así fue que empecé a pensar y a proponer un camino de autoconocimiento y sanación del corazón sobre el Arte de amar, que posteriormente denominé como SPIRITHERAPY.

Yo misma luchaba para creer en los efectos verdaderamente increíbles que este tipo de propuesta tenía en los muchachos acogidos en las Comunidades residenciales, todos con historias dramáticas y devastadoras, ya desde el inicio. En pocos días volvían a sonreír, sus rostros duros cambiaban, una nueva luz se encendía en su mirada y, cuanto más constante eran en este camino, más sentían ellos mismos el deseo de testimoniar la alegría encontrada y de reencender la esperanza de tantos otros que estaban en situación de desgracia.

Lo mismo sucedió después con las miles de persones, incluso exitosas, que a continuación han querido participar de los fines de semana de formación, de los numerosos cursos y grupos para compartir, para hacer experiencia de este tipo de camino. Muchos, que se han dedicado a la Spiritherapy con constancia y seriedad, han hecho cambios interiores, de verdad, fundamentales, han experimentado sanaciones de heridas profundas y condicionantes, que les ha permitido ser personas más felices y realizadas. Para esto, con el paso de los años, sentí el deseo de proponer la Spiritherapy a la mayor cantidad posible de personas.