Chiara y el Papa Francisco

(Discurso de Chiara Amirante durante la visita del Papa Francisco a la Cittadella Cielo 24/9/2019)

Santo Padre, no tenemos palabras para expresarle nuestro gracias por su visita, aquí, en Ciudadela Cielo. Una sorpresa inesperada e increíble, un regalo inmenso para toda la Familia de Nuovi Orizzonti. De verdad, es Alegría plena para todos nosotros.

Como Usted sabe, la Comunidad Nuovi Orizzonti nace precisamente del deseo de llevar la Alegría a la mayor cantidad de personas posible con una particular atención a quien vive en los «infiernos» de las muchas situaciones de terrible desgracia que caraterizan el mundo juvenil.

En el infierno de la calle

Cuando empecé a ir de noche, por la calle, a escuchar el grito del pueblo de la noche, no habría jamás imaginado de encontrar un pueblo tan exterminado de mendigos de amor, ultrajados en lo profundo del corazón. Jóvenes prisioneros de los tentáculos infernales de la droga, del alcohol, de la prostitución que esclaviza, de la marginación, de la desviación, de la desesperación, de las muchas adicciones. Probé entrar en puntas de pié en las historias de muchos, recogí sus lágrimas y aquel grito traspasó profundamente mi corazón.

Frente a tantas situaciones dramáticas de desesperación me parecía un desafío imposible reencender la esperanza, hacer algo, dar respuestas. Pero desde los primeros días, en la calle, tuve la certeza: ¡El amor es más fuerte, el Amor venció la muerte! Solamente el encuentro con Cristo Resucitado, con Aquel que vino a vendar las llagas de los corazones partidos, a dar la vista a los ciegos, a liberar a los prisioneros… podía donar la vida, arrancar de los infiernos esos muchos hermanos «en la muerte» que cada noche encontraba en la calle.

La muerte del alma

De inmediato descubrí que el verdadero mal que agrupaba los muchos hermanos desesperados que encontraba era la ‘muerte del alma’ (el salario del pecado es la muerte Rm 6,23); ¡estaban en la plenitud de la juventud y, sin embargo, estaban muertos dentro! Muchos de ellos, después de contarme sus historias de violencia, abandono, desesperación, me preguntaban que hacía una chica como yo en una zona tan peligrosa y también yo compartía con ellos mi historia y el cómo el descubrir el Amor de Dios había revolucionado mi vida. El pedido más frecuente al final de cada encuentro era el mismo: «Chiara, ¡sácanos de este infierno! Queremos encontrar este Jesús que te llevó a arriesgar la vida por nosotros, queremos también nosotros esa Alegría plena que encontraste en Él». Y yo estaba en Roma, el centro de la cristianidad, y no encontraba un lugar dónde llevarlos a pesar de tener el listado de todos los albergues, centros de acogida, comedores de la ciudad.

Nuovi Orizzonti

De ese modo, con la ayuda de Dios, en un completo abandonarse a la Providencia, en el ’94, empecé la primera comunidad Nuovi Orizzonti, una simple comunidad de acogida fundada en el Evangelio. Lo que me había empujado a ir por la calle, de noche, había sido precisamente el descubrir que en las palabras que dijo Aquel que nos ha creado, estan las respuestas a todas las necesidades profundas de nuestro corazón. En el vivir el Evangelio había experimentado esa plenitud de paz, de vida, de alegría que nada ni nadie te puede robar. Y deseaba compartirlo precisamente con los más desesperados. La respuesta de los jóvenes que recibimos frente a la propuesta de vivir juntos el Evangelio fue, de inmediato, increíble, mucho más allá de lo que me podía imaginar. Desde los inicios de la Comunidad, también ellos, después de haber hecho personalmente la experiencia de la resurrección gracias al descubrimiento del Amor de Dios, quisieron venir conmigo por las calles, en las plazas, en las zonas más ‘calientes’ de la ciudad, en las escuelas, en los lugares de encuentro de jóvenes… para dar testimonio de la Alegría del encuentro con Cristo Resucitado a la mayor cantidad de jóvenes posible. Así, en pocos años, miles de jóvenes, después de un camino de autoconocimiento y sanación del corazón basado en el Evangelio, salieron de tan terribles cavernas, se volvieron testigos del amor de Dios entre sus pares y se esforzaron perseverantemente en iniciativas de solidaridad.

Más de 700.000 quisieron comprometerse, como Caballeros de la Luz, a testimoniar la plenitud de la Alegría de Cristo Resucitado y a vivir con radicalidad el Evangelio, para llevar la revolución del Amor al mundo. Además, se multiplicaron en pocos años, gracias al esfuerzo de los jóvenes acogidos, los Centros y las iniciativas de solidaridad: 228 entre Centros de Acogida, de Formación, Centros de Atención, de Espiritualidad, Casas de Familia…6 Ciudadelas Cielo en Italia y al exterior: pequeños barrios donde quien se siente solo, marginado, desesperado, pueda sentirse recibido, apoyado, amado y donde quien lo desee pueda formarse en el voluntariado internacional para luego dedicarse a realizar, en todo el mundo, nuevos Centros de Acogida, Apoyo, formación, proyectos, acciones de solidaridad de todo tipo. También se multiplicaron los equipos dedicados en distintas Áreas de servicio: Acogida, Apoyo y Orientación, Evangelización, Prevención y Sensibilidad, Comunicación y Mass Media, Espectáculo y Animación, Formación, Cultura, Editorial, Cooperación internacional, Servicios Sociales, Espiritualidad y oración, Economía y Trabajo, Armonía y Expresiones Artísticas… actualmente, son más di 1000.

Una tercera guerra mundial invisible

Esto nos permite de encontrar constantemente miles de jóvenes y, si bien por una parte es grande nuestra alegría al ver tantos salir de estas cavernas infernales y contemplar los milagros de resurrección que cada día el Amor de Dios realiza, por otra parte, es palpable que el grito del pueblo de la noche, casi siempre, no es escuchado y las nuevas pobrezas constituyen una verdadera emergencia que sigue cosechando millones de muertos invisibles por la inconciencia de los demás. De hecho, hemos constatado que hoy el 85% de los jóvenes que encontramos , no solamente por la calle sino también en las escuelas de los barrios de bien, viven situaciones de desgracia: uso y abuso de alcohol, de narcóticos, anorexia, bulimia, depresión, ludopatía, adicción a internet, bullying, abusos. La adicción sexual, de la cual ni se habla por cierto, continua a golpear un número cada vez mayor de personas, con consecuencias terribles. Basta solo pensar a la difusión inquietante de la prostitución-esclavitud, de la pedofilía, de los abortos: según algunas estimaciones de la OMS se habla de 56 millones de interrupciones de embarazo en un año (más mujeres con esta herida indeleble en el corazón); se piensa que los muertos de la 2nda guerra mundial fueron 55 millones. Los datos oficiales señalan: aproximadamente250 millones de niños sometidos en un solo año a relaciones sexuales forzadas (datos Unicef). El 29% de las personas afirman de haber sido víctimas de abusos sexuales durante la infancia (datos ONU). Estos son solo algunos de los muchos datos increíbles que evidencian que, de verdad,estamos viviendo una tercera guerra mundial invisible, dramática y devastadora. Sentimos más fuerte que nunca la urgencia de hacer todo lo posible para responder al grito no escuchado de tantos.

De la muerte a la Vida

En este momento de encuentro con Usted, Santo Padre, deseamos entonces compartir algunas de nuestras historias de ‘muerte y resurrección’, representativas, de tantos jóvenes que cada día golpean a las puertas de nuestro corazón, así como también hacerle preguntas para obtener de su parte sugerencias para poder dedicarnos siempre más en el responder a estas nuevas pobrezas, que constituyen una verdadera y puntual emergencia. Deseamos dedicarnos con todo el corazón, el alma, las fuerzas, en el edificar, junto a cada persona de buena voluntad, la Civilización del Amor, una sociedad renovada por la fuerza de la solidaridad, de la cooperación, del compartir, de la hermandad universal. ¡No hacer todo lo posible para llevar nuestra pequeña ayuda a nuestra gran familia humana, que corre hacia la autodestrucción, sería para todos nosotros un gran pecado de omisión en el socorrer!

¡Gracias de corazón! Gracias, Santo Padre, por el don inmenso que Usted es para todos nosotros y gracias por su ser faro de luz para toda la Iglesia y la humanidad.