13 diciembre: leo los títulos de los periódicos sobre el caso Ouellet: “Apelación en el juicio por difamación del Card Ouellet”. Suspiro con alivio. Quiero creer que la verdad salirá a la luz y que la justicia triunfará.
Si es verdad que cada víctima de abusos viene protegida, con tolerancia cero, es también cierto que también ciertos tipos de difamación, que van a arruinar para siempre la buena fama de personas rectas, golpeadas y difamadas por el martillo mediático, es otro tipo de abuso inaceptable que exige justicia.
El 17 de agosto del 2022 fue un día que no olvidaré:
los títulos presentados por numerosas de las principales cabezas periodísiticas afirman que el Card. Ouellet es acusado de abusos sexuales. Por como fueron escritos la mayor parte de los títulos a uno le da la impresión de que la sentencia está ya declarada antes incluso del inicio de un proceso justo. Leo rápidamente, con una espada en el corazón, los distintos artículos para entender que ha sucedido porque conozco muy bien al Card. Ouellet.
Solo en dos de entre todos logro encontrar finalmente, más allá de los títulos difamatorios -por decir poco- cuál es la acusación real. La supuesta víctima afirma que, durante un cocktail, frente a la presencia de muchas personas entonces, el Card. Ouellet “me ha tomado y luego… sus manos en mi espalda, han bajado demasiado. No sé si he sido una víctima, pero esta es mi historia”.
Me doy cuenta de que la acusación es en sí algo que no parece creíble, de hecho.
Si un obispo deseara abusar de alguien, me parece demasiado inverosímil que lo haga en presencia de numerosos testimonios. La cosas que me parece aún más improbable es que el hecho «denunciado» como «agresión/abuso sexual» hubiera sucedido, no solo en un contexto público en el cual nadie se hubiera dado cuenta de nada, sino que pasó hace 15 años.
De inmediato, me pregunto cómo es posible que la víctima se decida a hacer la denuncia con tantos años de retraso. Y no puedo no sospechar luego de constatar que la denuncia venga presentada justamente en ocasión de una acción colectiva iniciada por un estudio legal contra algunos miembros de la Arquidiócesis de Québec a quienes se les pide una compensación millonaria.
Que casualidad que la acción colectiva se vuelve pública justo poco tiempo después del viaje del Papa en Canadá. Además, no me parece que se deba dejar de lado en absoluto el dato de que la CBC hubiera informado que esta demanda colectiva había sido descubierta por un grupo de investigación de Radio Canadá, que son los mismos abogados que emitieron este comunicado de prensa.
Conozco desde hace tiempo y muy bien al Card. Ouellet, y desde el primer artículo que he leído estuve convencida de corazón sobre la falsedad de tal acusación.
Se trata de una persona íntegra, de gran virtud, de profunda espiritualidad, que trabaja incansablemente por el bien de la Iglesia y de tantos, que ha dedicado muchas energías justamente en el hacer de todo para custodiar a las víctimas de abusos.
Me parece entonces inverosímil asistir todavía una vez más inmobil a ver como los potentes lobbies usen con encanto esta «máquina de barro» para dar vueltas la verdad y que logren en este caso hacer aparecer como «verdugo» a quien de hecho sea en cambio la víctima, con el objetivo de golpear y abatir.
El mismo Papa Francisco, conocido por su tolerancia cero en caso de abusos, había comunicado inmediatamente que la conclusión del caso Oullet luego de la investigación preliminar encomendada al jesutia de gran fama, el Padre Servais, había sido: «No hay ningún motivo fundado para abrir una investigación por agresión sexual contro la persona F. por parte del card. M. Ouellet”.
Pero ovbiamente esta declaración no ha tenido la misma resonancia mediática de las grandes acusaciones que en cambio han girado inmediatamente el mundo con grandes títulos, insinuando dudas y desorientacion en fieles ya muy desorientados por afirmaciones que parecen «veredictos» inapelables antes incluso de que sea hecha una seria verificación de los hechos y un proceso dedicado.
Desde hace treinta años vivo acogiendo jóvenes en situación de desgracia y puedo aseguar que la herida de los abusos es una de las más terribles que está golpeando con heridas indelebles y mortales a tantos inocentes: según datos de la Onu, una persona cada tres es víctima. Se trata entonces de una plaga que va combatida y extirpada usando cada medio posible, porque el dolor de las víctimas es algo terrible y he gastado y arriesgado la vida a menudo en defensa de tantas de estas víctimas.
Conozco también sacerdotes encarcelados injustamente y luego liberados después de años por faltas de evidencias. O tantas otras personas arruinadas por difamaciones nefastas. Víctimas que no han hecho ruido pero que fueron golpeadas también ellas mortalmente, vidas arruinadas por personas sin escrúpulos que por sus intereses han encontrado este modo para «quitarlas de en medio».
Creo que el derecho a la crónica no puede y no debe jamás ir a dañar el principio de "la inocencia de la persona hasta que se demuestre lo contrario" que es la base de nuestro derecho.
Y no puede dañar el derecho a la protección de la buena fama. No es admisible que se siga procediendo, en demasiadas situaciones, al ‘linchamiento mediático’ antes de que se tenga un serio proceso que basado en pruebas documentadas hubiera profundizado y verificado la verdad de los hechos.
Con respecto al Card. Ouellet deseo con todo el corazón que la justicia pueda hacer con seriedad su camino y que la buena fama de un hombre de gran honor, honestidad, e integridad, pueda ser restaurada lo antes posible.